Comentamos unos extractos del texto “Rosa Luxemburgo, las claves del Socialismo en el siglo XXI” de Alberto Arregui en agitacion.org, con ocasión del 102º aniversario del asesinato de Rosa Luxemburgo (y de Karl Liebknecht) a manos de los Freikorps bajo las órdenes de la socialdemocracia alemana.

Publicado originalmente en el nº 223 de Nuestra Bandera en 2010, el texto fue recuperado para la web por los compañeros de porelsocialismo.net, a los que agradecemos la labor. Esta republicación hace las veces de homenaje doble, por una parte a Rosa Luxemburgo y los revolucionarios alemanes, cuya experiencia tanto trabajó Alberto por poner en valor, y al propio Alberto, fallecido hace dos años, también el 15 de enero, justo cuando nos disponíamos a conmemorar el centenario de los hechos de Berlín. Incluimos, junto al texto (del que se puede encontrar en este enlace la versión completa) una reseña del autor.

Nació en Tudela, en agosto de 1954, y se formó en la Escuela de los Jesuitas de esa misma ciudad, de dónde fue testigo, entre otras cosas, la evolución política y social desde el mayoritario carlismo navarro hacia posiciones antifranquistas. Estudió Derecho en la Universidad de Zaragoza, donde se involucró en la lucha antifranquista participando en el movimiento estudiantil, y a partir de ese momento, y bajo el nombre de Manu en la clandestinidad, colaboró en luchas obreras, por la amnistía y en contra de la dictadura. Se incorporó a la militancia en las recién reconstruidas organizaciones socialistas (PSOE, UGT y JSE) en 1974, siempre desde una perspectiva marxista y revolucionaria. Él mismo contaba los debates que mantuvo con Alfonso Guerra y otros dirigentes socialistas acerca de la dictadura del proletariado en este artículo de rebelión.org. La deriva reaccionaria de las direcciones de estas organizaciones, y la defensa de posiciones marxistas por parte de Alberto y el resto de los participantes culminó con su expulsión y la disolución de la estructura de la UGT y las Juventudes Socialistas en Navarra.

Prosiguió su militancia revolucionaria, desde Madrid. Inspiró, junto con otros militantes de Nuevo Claridad la creación del Sindicato de Estudiantes en 1985 (del que después, en otro ejemplo de coherencia, no dudaba en señalar su deriva burocrática y sectaria). Ejerció la abogacía y participó en el movimiento vecinal a través de la Asociación de Vecinos del madrileño barrio de Vicálvaro, donde residió todos esos años. En 1993 ingresó en IU, donde fue parte de la Presidencia Federal de la misma y candidato al Senado en 2015.

De su actividad política quedan por escrito varios libros, en común o en solitario entre los que destacan “Euskadi, Autodeterminación y Socialismo”, “Socialismo o Barbarie, vigencia del Manifiesto Comunista en el siglo XXI”, profundas introducciones a títulos como Estado y Revolución de Lenin, Diez días que estremecieron al mundo de John Reed o Reforma o Revolución de Rosa Luxemburgo y ponencias e intervenciones que pudieron grabarse.

Quienes pudimos conocerle, y aprender de él, contamos no solo con su legado político y teórico, sino que mantenemos la admiración y el bagaje humano y militante que desprendía por los cuatro costados y del que, irremediablemente, quedabas impregnado. Su defensa a capa y espada de la causa del Socialismo, de la autodeterminación y de la autoorganización de la clase obrera frente a todo tipo de derivas reformistas era siempre transmitida con una pedagogía que no conocía el desaliento, y que encontraba en los textos de los clásicos latinos y en las metáforas culinarias sus mejores aliados. Hoy, jóvenes y no tan jóvenes seguimos bebiendo de ese legado, siempre con el buen humor que le caracterizó.

Miguel M.

Fuentes: Alberto Arregui Rosa Luxemburgo: las claves del Socialismo en el siglo XXI (Nuestra Bandera y porelsocialismo.net), Jordi Escuer, En memoria de Alberto Arregui

 

“Rosa Luxemburgo, las claves del Socialismo en el siglo XXI” Comentario al Texto de Alberto Arregui

Elisa G.

Alberto Arregui escribía el texto que aquí comentamos en el año 2010, en pleno valle (o en el primer socavón, en el caso de España) de la crisis económica, financiera y social que se vino a llamar la Gran Recesión. La enésima crisis capitalista fue tildada de histórica por su magnitud y persistencia en destrucción de empleo, en expansión de desigualdades (entre y dentro de los países) y en la dificultad que mostrarían las economías del Viejo Mundo, aún una década más tarde, para recuperar la “normalidad” en el funcionamiento de sus principales resortes e instituciones.

Solo una docena de años después del desastre financiero, los mismos economistas llaman al actual colapso (que trae nuevamente datos históricos y una patente incapacidad de abordarlos por parte de los mercados) laGran Reclusión, tratando de imaginar en todo momento excusas y vías por las que seguir defendiendo su credo en el capitalismo (algunos argumentan que habría entrado en un Estancamiento Secular del que es preciso despertarlo).

¿Sigue siendo posible, hoy, una alternativa global al capitalismo, o sólo podemos resignarnos a reformas? ¿Esas reformas progresivas conducirían a un capitalismo justo, o a una superación gradual y pacífica de las injusticias del sistema? A pesar de que toda la historia del capitalismo contradice las tesis gradualistas de los reformistas, a pesar de que la inmensa mayoría de nuestro planeta padece hambre, guerras y enfermedades, a pesar de que la riqueza se concentra cada vez en menos manos, muchos de los dirigentes políticos ha aceptado la quimera del revisionismo, el espejismo de que, poco a poco, el propio sistema va resolviendo los problemas.

El propósito de Rosa no es oponerse a las reformas sociales, sino rechazar el argumento de que se puede llegar a una sociedad socialista, o que se puede alcanzar la justicia en la sociedad, a través de una reforma paulatina del capitalismo. Tras ello se oculta la renuncia a la transformación de la sociedad.

 La crítica que versa Arregui, retomando los planteamientos de Luxemburgo, no se dirige precisamente a los economistas burgueses: tiene un interlocutor más incómodo, por ser más cercano. La Izquierda, los marxistas, el movimiento obrero sindical organizado, el partido. Sus dirigentes.

Arregui retoma la colérica (por vital) disputa de Rosa con sus contemporáneos dirigentes del partido Socialdemócrata Alemán; una discusión con solera que no ha variado ni un ápice, ni en sus tesis ni en las precondiciones que la fundan, y que se sigue manteniendo abiertamente a día de hoy (aunque algunos traten de desembarazarse del brazalete que les identifica con Bernstein).

En la relación de los distintos frentes que tiene abierta la lucha por la transformación de la sociedad, el ámbito del parlamento debe jugar un destacado papel, pero siendo conscientes de cual ha sido la experiencia vivida. Luchaba por obtener el máximo margen para combatir la burocratización de los dirigentes y, sobre todo, creía en el aire fresco de la presión directa de las masas y la necesidad de mecanismos de control y participación que impidiesen la traición. Esa desconfianza en los dirigentes la manifiesta en contraste con una gran confianza en las masas, es una constante de su pensamiento y su lucha

[Rosa] Siempre fue implacable a la hora de “distribuir responsabilidades” entre el partido y las masas, o dentro del partido entre las bases y la dirección, con aquellos que “se sienten decepcionados por las masas o por la militancia”.

El texto de Alberto, las reflexiones de Rosa, plantean la necesidad de una recuperación o reorientación de las organizaciones de la clase obrera con su verdadera razón de ser. Ese aire fresco del que habla Arregui debe reclamarse, abrazarse por parte de los dirigentes; nunca tomarse como una afrenta, si no como el más sincero consejo y la más pesada de las anclas de una misma con sus convicciones y su origen: la acción proveniente de la conciencia social de las masas organizadas, ha de presionar y cuestionar el trabajo que se hace y que se puede hacer, en cada institución o espacio en el que se haya delegado y confiado la participación (política, sindical, parlamentaria).

Los representantes de la clase obrera tienen que entender su papel como tales y resistirse a caer en la burocratización y la defensa del orden del que participan. Eso no es posible sin  acceder y comprender la necesidad de esa presión, ese cuestionamiento. Deben esforzarse por asumir e interiorizar que, por mucho que lo intenten, forman parte de los mismos mecanismos de opresión y no van a poder mejorarlos mientras ceden trozo a trozo partes de su programa. Deben, por contra, mantenerse firmes, seguir impulsando las tareas que se han  comprometido a desarrollar en ese espacio, demostrar lealtad con su clase. Cuando sea imposible y los poderes de los que creen participar como uno más denieguen o recorten esos programas: alertar sobre ello a sus representados y recordar y cuestionar los límites de las instituciones burguesas, empujados por ese aire fresco que sople en su nuca. Deben, debemos, no perder de vista nuestro objetivo final.

En la crisis de dimensión histórica que hoy padece la izquierda es imprescindible volver a las raíces del socialismo para encontrar el vigor que haga renacer el movimiento por la transformación socialista de la sociedad. En esa tarea, el pensamiento de esta mujer debe ser rescatado aún más que por justicia, por necesidad.

De esta vigencia arrolladora de su pensamiento debemos tomar, al menos, como imprescindible: su defensa del socialismo frente al reformismo, su concepción de los medios de lucha de la clase obrera, especialmente el papel de la huelga general y la relación entre el partido político y la clase trabajadora, su idea de partido y de la democracia interna y de la relación con los sindicatos, y su aportación acerca de la concepción del sistema político que debe acompañar al sistema económico socialista.

 

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