Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.
Mi casa y mi corazón – Marcos Ana

 

¿Alguna vez os habéis encontrado atrapados en una sensación que inmoviliza el cuerpo, el pensamiento, el movimiento, la vida, donde nos vemos manejados por fuerzas externas? ¿Alguna vez habéis sentido el sudor frio que te recorre, el ahogo, la angustia, la inseguridad, la incertidumbre de no saber qué sucederá con el trabajo, la casa, los amigos, la familia, los compañeros, los camaradas, los vecinos, nosotras mismas? Cuando el peligro está muy presente y próximo te encuentras con el miedo.

Los sistemas de producción capitalistas y el fascismo se nutren del miedo y la desconfianza de unas obreras con otras, de unas estudiantes con otras, de unas vecinas con otras. Es el primer paso para vernos a nosotras mismas como individuos aislados y no como sociedad. El peso de la existencia recae sobre una misma. Lo que los (neo)liberales llaman «competitividad» o «emprendimiento» no es más que el encierro en sí misma, el empuje hacía la separación del colectivismo para encontrarse con el individualismo de «puedes conseguir lo que te propongas». Lo que no nos dicen es que la igualdad formal ante la ley es un espejismo, no todas partimos de la misma base material, las clases sociales existen y el Estado burgués, producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, se divorcia cada vez más de la sociedad, sirviendo como gestor coercitivo jurídico legal de la dominación de una clase sobre otra o de pequeños avances reformistas asistencialistas para la clase obrera que no logran finalizar con la explotación de una clase sobre otra si no perpetuarla.

La igualdad formal ante la ley es un espejismo, no todas partimos de la misma base material

El miedo estructural llega cuando accedemos al mercado laboral por supervivencia y nos atraviesa la explotación, la brecha de género, el patriarcado, la segregación racial, la homofobia, la precariedad, la competición y el despido pasando por procesos de individualización obligada o en palabras de Marcuse, a la represión de todo cambio cualitativo, el ser humano unidimensional. Nos vemos aislados luchando contra un mundo económico pautado y estructurado desde la institucionalidad del sistema histórico de producción capitalista por hacernos un hueco en la existencia material para respirar y vivir. Nos encuentra la soledad. La inseguridad crece con cada paso que damos hacía delante adentrándonos en el abismo de la explotación laboral sin encontrar un punto de apoyo en el que sostenernos de pie para construir una vida digna. La parálisis que genera el miedo favorece a las clases poseedoras de los medios de producción, a la burguesía, al empresario, la banca, al encontrarnos separados, sin organización, sin unidad de clase.

Según F. Fukuyama hemos llegado al «fin de las ideologías». La caída de la URSS, el fin de la guerra fría y el enfrentamiento entre bloques antagónicos ha supuesto el completo triunfo de las democracias (neo)liberales. Estos principios recorren el planeta homogeneizando las formas de vida en torno a la privatización de sectores públicos, desabastecimiento de los Estados de bienestar, destrucción de comunidades culturales y políticas, individualismo, pauperización de la clase obrera, propiedad privada de los medios de producción, consumismo y sistema de clases sociales. Pero ¿realmente nos encontramos ante un mundo ideológica y materialmente irreversible dominado por el poder que ejercen los monopolios y las oligarquías capitalistas al abrigo del Estado burgués y las instituciones supranacionales imperialistas?

La experiencia nos enseña que todo cambio es irreversible si el miedo se apodera de nosotras, nos aísla y nos paraliza, pero, por el contrario, si desmovilizamos el miedo colectivamente, las barreras de lo irreversible se rompen, el antagonismo nace, la confianza crece, la organización y la unidad florecen. Se abren las veredas como se abrieron en Rusia en octubre de 1917 con la construcción de los soviets del Partido de Nuevo Tipo, en Cuba en julio de 1953 con la organización política y guerrillera de unas decenas de barbudos, en Vietnam en noviembre de 1955 con un movimiento de resistencia de liberación nacional, etc.

Si desmovilizamos el miedo colectivamente, las barreras de lo irreversible se rompen, el antagonismo nace, la confianza crece y la organización y la unidad florecen.

En España, no hace mucho tiempo, hubo un momento colectivo de desmovilizar el miedo. Un 15 de mayo de 2011 donde ocupamos las plazas llevando la democracia y la organización de las clases populares al grito de «Que no, que no, que no tenemos miedo» «No nos representan», «PSOE y PP, la misma mierda es», «Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo», «No somos mercancía de políticos, empresarios y banqueros», «Lo llaman democracia y no lo es» o «Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir». ¿Irreversible?

No nos dejemos engañar, la realidad es transformable, se puede actuar en cada barrio, centro educativo y centro de trabajo. Intentarán cortar los cauces, encerrarnos dentro de los «límites de lo posible» y hacernos creer que estamos locos por soñar con el socialismo y el comunismo. Nos obligarán a callar y nos querrán oprimir, pero como revolucionarios tenemos el uso del desarrollo de la teoría marxista leninista, la práctica, la experiencia, el partido y su juventud. Rebuscar en la historia para encontrar, volver al presente para aterrizar y no cometer errores del pasado. Es momento de cerrar filas contra el miedo, para ello compartir espacios democráticos, debate, crítica, autocrítica, análisis, formación, estudio, reivindicación, organización, unidad y proyectarse hacia el futuro caminando sin dejar a nadie atrás, con horizonte político, paso a paso sin perder la esperanza, el coraje y el amor intrínseco hacía la vida.

«Las libertades políticas, el derecho de reunión y de asociación, la libertad de prensa y de expresión: estas son nuestras armas» F. Engels

Vamos a andar… para quien quiera escucharla…
Quique Muñoz , militante de la Juventud Comunista

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