Se cumplen cien años del nacimiento de uno de esos hombres a los que, como tantos otros, tenemos que dar las gracias, ya que por ellos somos hoy quienes somos y también por ellos continuamos la lucha, su lucha. Un republicano más que entregó su vida a la causa, a la ideología y a una batalla por la que creyó que debía pelear y resistir. Se cumplen cien años del nacimiento de Mariano Constante.
Mariano nació el 18 de abril de 1920 en Capdesaso, un pequeño pueblo de Huesca, en el seno de una familia humilde, hijo de un maestro socialista; aunque su juventud transcurrió en Ayerbe, otra pequeña localidad de la zona. Llegó la guerra y él tenía dieciséis años, pero, pese a su corta edad, decidió tomar partido y unirse al bando republicano para defender la zona del bando franquista. Fue uno de los oficiales más jóvenes del Ejército Republicano español, con el rango de teniente en la 43 División y militante desde una edad muy temprana de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Tras diversos destinos, como la Escuela de Tanques de Granollers, la 130 Brigada Mixta, el comando de Brigadas Especiales o el frente de Farlete, luchó en la llamada Bolsa de Bielsa a las órdenes de Antonio Beltrán, «el Esquinazau».
La guerra le atrapó a los dieciséis años y no le dejó escapar hasta los veinticinco. En esos nueve años fue herido, vio morir a miles de compañeros, fue vejado y maltratado por Francia, pero cuando los nazis invadieron el país galo entendió que debía seguir luchando por la democracia contra el fascismo: «Era la misma guerra, el mismo enemigo que habíamos tenido en España».
Tras la derrota de la 43 División, fue confinado en diversos campos de concentración franceses: Septfons, Baccarat y Rambervillers; y participó en la construcción de la famosa línea Maginot. Tras la derrota de Francia en la guerra, fue arrestado por el ejército nazi y enviado a la capital de Austria, donde policías españoles lo identificaron como combatiente republicano y lo entregaron a la Gestapo alemana. Fue confinado en el campo austriaco de Stalag XVII, situado en Kaisersteinbruch, para ser recluido poco después en el campo de exterminio de Mauthausen, en las proximidades de Viena, donde recibió el número de preso 4584. En la España franquista había sido condenado a seis penas de muerte.
Allí, con otros comunistas españoles, Constante organizó una red clandestina de resistencia y se las arregló para sobrevivir y para ayudar a sobrevivir a muchos, ya fueran camaradas o no. «A los españoles nos temían todos en Mauthausen. Llegamos allí de los primeros y nunca perdimos la dignidad. Éramos más duros que cualquiera, peores que los peores. Murieron muchísimos, pero hicimos más de lo que se podía hacer, cosas imposibles, y jamás hicimos el juego a los alemanes. […] Sí, hubo un héroe en Mauthausen: el pueblo español, los republicanos españoles».
Se introdujeron en la estructura administrativa del campo, consiguiendo e intercambiando información que sirvió más tarde para condenar a algunos nazis y, lo que es más importante, haciéndose imprescindibles para el mantenimiento del campo y salvando así sus propias vidas. Fue precisamente la información facilitada por la organización clandestina española a la que pertenecía Constante dentro del campo la que sirvió como prueba acusatoria contra determinados mandos del III Reich durante los procesos de Nuremberg.
Mariano permaneció en el campo de exterminio hasta su liberación en 1945. Cuando el ejército estadounidense entró en Mauthausen el 5 de mayo de 1945, las banderas nazis habían sido sustituidas por banderas republicanas y la puerta del campo estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras». La liberación de Mauthausen, considerado como el campo de los españoles por el gran número de republicanos que fueron encerrados en él, no supuso para algunos el fin de la guerra comenzada en 1936, ya que muchos no pudieron volver a la España del franquismo y tuvieron que encontrar asilo en otros países.
Fue el caso de Constante, que permaneció en Francia hasta su muerte en 2010 y que militó en el Partido Comunista de España en el exilio. Inspiradoras fueron sus palabras al llegar a Francia tras haber salido del infierno que supuso Mauthausen para todos sus prisioneros: «Luego me dije que, si tuviera que rehacer mi vida, con sus fracasos y sus miserias, las guerras, la deportación, los combates desesperados…, volvería a empezar por el mismo lugar y seguiría el mismo camino, aunque sólo fuera por fidelidad a mis ideas y para honrar la memoria de mis camaradas caídos en la lucha».
Dedicó su vida a escribir y relatarle al mundo las experiencias de los españoles en el campo de exterminio, los horrores que vivieron y la red de resistencia que crearon ahí, gracias a la cual muchos pudieron salvar la vida y destruir Mauthausen desde dentro. Allí convivió con figuras como Francisco Boix, conocido como el fotógrafo de Mauthausen, autor de algunas de las imágenes sobre el cautiverio y la liberación del campo y único testigo español en los juicios de Nuremberg; o con Luis Montero Álvarez, capitán del Ejército republicano y secretario general del PCE dentro del campo desde 1943 hasta su liberación y representante del PCE en Asturias entre 1948 y 1950.
Después de toda la crudeza vivida, Mariano tuvo el valor de consagrar su vida a desmentir a los negacionistas y a contar cómo fue su experiencia dentro de aquella pesadilla en libros como Yo fui ordenanza de las SS, conferencias y documentales. Destaca su libro Los Años Rojos, en el que, de forma autobiográfica, narra el desarrollo de su vida desde su infancia y adolescencia en la provincia de Huesca con el inicio de la guerra hasta la liberación de Mauthausen y posterior exilio, pasando por todo el desarrollo de la red clandestina dentro del campo y el funcionamiento de esa máquina de exterminio. «El humor nos salvó a muchos. Cada día íbamos a la cantera 800 españoles y 50 o 60 caían muertos. Decidimos dar la vuelta a la tortilla para sobrevivir y animamos a los franceses y a los checos a hacer frente común: los nazis nos querían divididos».
En ese libro, publicado por primera vez en 1974, están reflejadas a la perfección sus ideas y palabras que hoy recordamos, homenajeamos y tomamos como ejemplo: «Prometí que no los olvidaría nunca y que su ejemplo me serviría de guía mientras viviera. Al abandonar el campo, pensé también en lo que había sido nuestra vida allí, en la experiencia humana que habíamos vivido en Mauthausen. Allí había conocido la verdadera fraternidad, sin tapujos ni hipocresía, la amistad, la camaradería, la auténtica solidaridad humana. […] Nuestro amor por la libertad y el respeto del hombre habían prevalecido por encima de todo. Los años pasarán y quizá la historia «olvide» aquel puñado de españoles, o quizá no. Puede que, un día, las nuevas generaciones lleguen a saber que, cumpliendo como hombres, conseguimos que nuestros hermanos siguieran sintiéndose seres humanos y, como tales, hermanos de todos los hombres; que las ansias de aniquilación de los nazis SS no pudieron alcanzar y matar nuestro espíritu».
Hoy recordamos a Mariano Constante como uno de los miles de héroes que lucharon contra el fascismo, contra el franquismo en España, y que no dudaron en entregar sus vidas por aquello que creyeron justo. Conocieron la miseria, la vergüenza, las vejaciones, pero nunca consideraron rendirse como una opción, ni dentro ni fuera del campo.
Admiración y ejemplo a seguir … a veces el silencio dice más que millones de palabras !