Año 2008, comienza la Gran Recesión, un colapso del sistema financiero internacional que pone en jaque a la mayoría de economías del primer mundo, entre ellas, España. Ante el rechazo de medidas de control directo de la economía, las reformas se dirigen a una devaluación general de las condiciones laborales para asegurar los beneficios empresariales, que cristaliza en las reformas laborales de 2010 y 2012. Como consecuencia directa, una profunda precarización del mercado de trabajo da lugar una ola de protestas en la que aún nos encontramos diez años después: trabajadores/as de Coca-Cola, ‘riders’, taxistas, estibadores/as, kellys, predoctorales, interinos/as, MSF, técnicos/as de Movistar, etc., así como un profundo malestar y precariedad en el sector del turismo, repartidores/as de mensajería o los vigilantes de seguridad privada, entre otros. Muchos de ellos forman parte de la clase trabajadora más precarizada, entre los que debemos destacar a los sectores más juveniles y feminizados.

En este artículo nos centraremos y nos ocuparemos de mostrar tanto el recorrido, como aquellos errores y aciertos que hemos detectado en el largo conflicto en el sector de la I+D+i que han protagonizado los investigadores y las investigadoras predoctorales –jóvenes contratados en las Universidades para realizar su Doctorado– de todo el Estado. Tras más de dos años de protestas y negociaciones por parte del colectivo predoctoral se ha conseguido un importante paso hacia adelante en la regulación definitiva de sus condiciones laborales: el establecimiento de un estatuto de predoctorales a nivel estatal. De la misma manera, esperamos que se puedan extraer tácticas y estrategias comunes con el resto de conflictos.

Hace escasos diez años, estos investigadores e investigadoras eran becarios/as, no trabajadores, por lo que no tenían ningún derecho laboral. Más allá de leves avances, como el reconocimiento de dos años de contrato y su posterior extensión a cuatro años, la falta del Estatuto de Personal Investigador en Formación (EPIF), previsto en la Ley de la Ciencia para el año 2013, dejó sin desarrollar los derechos de miles de investigadores predoctorales en todo el Estado provocando el conflicto [1]. Inicialmente, a comienzos del año 2017, se impulsó desde la sección sindical de CCOO en la Universidad de Granada la organización del conflicto a nivel local, creando una plataforma corporativa que posteriormente pasó a denominarse “Dignidad Investigadora” [2]. Una vez establecida localmente, se organizó la denuncia en el colectivo de los últimos ataques recibidos por parte del gobierno y la carencia del EPIF. Se desarrolló una campaña de agitación y propaganda a través de Change.org, medios de comunicación y redes sociales que propició la creación de una red de múltiples plataformas análogas y espontáneas en el resto del territorio e inicialmente coordinadas desde Granada(UGR). La articulación de este movimiento espontáneo visible a nivel estatal consiguió importantes victorias y avances: el gobierno rectifica diversos cambios administrativos ilegales y accede a negociar el EPIF [3].

La articulación de este movimiento espontáneo visible a nivel estatal consiguió importantes victorias y avances: el gobierno rectifica diversos cambios administrativos ilegales y accede a negociar el EPIF

Llegados a este punto, creemos oportuno realizar un análisis crítico del conflicto, repasando tanto los aciertos como errores principales que hemos creído observar durante los últimos dos años. En primer lugar, es necesario analizar el papel de las plataformas corporativas, con un recorrido propio de los movimientos sociales, y fases previstas de ascenso y decadencia [4]. Estos espacios supusieron un gran impulso inicial para extender el conflicto y facilitaron la agitación y la propaganda en todo el territorio. Por otro lado, también implicaron una enorme dificultad organizativa y mostraron una gran carencia a la hora de resolver problemas de carácter legal, teniendo que recurrir en última instancia a CCOO. Asimismo, propiciaron el surgimiento de comportamientos corporativos, incluso respecto al resto del personal investigador en otras etapas laborales, personal de administración y servicios de la universidad o impulsando la defensa de intereses personales, en función de las relaciones de fuerzas dentro de cada plataforma. Aunque estos comportamientos no eran malintencionados, surgieron de forma natural por la base social que sustenta este tipo de plataformas que, al no abarcar al conjunto del colectivo, acaba promoviendo reivindicaciones del sector que representa, incluso en perjuicio de otros sectores. De nuevo, esto refuerza –y revaloriza– la necesidad de un sindicato de clase que abarque y articule a toda la clase trabajadora y pueda aportar una visión de conjunto frente a la corporativa, resolviendo las contradicciones no antagónicas que puedan aparecer. Esto no es una reivindicación ideal, sino consecuencia de una contradicción material. Si bien estas plataformas permitieron incorporar a mucha gente a su primer conflicto sindical, también nos encontramos con que creaban unas condiciones de trabajo muy difíciles: carencia de una presencia estable en todos los territorios, falta de continuidad en el trabajo por la desintegración continua de las estructuras organizativas (con un trabajo continuo de reorganización desde cero), o se desdibujaban las responsabilidades por falta de organización, duplicidad de tareas y reparto del trabajo.

En contraposición, la organización sindical, asentada en todos los territorios, y con una estructura permanente, daba continuidad al trabajo y permitía un buen reparto y especialización de las distintas tareas [5]. Aunque hemos de valorar positivamente el éxito inicial del poder de convocatoria de las plataformas, esto derivó en una sobre-estimación de nuestras propias fuerzas que propició, en ocasiones, aventurismos. Se subestimó también la necesidad de tener cuadros sindicales experimentados y cuadros técnicos que pudiesen hacer un análisis global de las reivindicaciones, que conociesen la legislación actual, los procedimientos y ritmos de las negociaciones, los convenios colectivos y las reivindicaciones globales de las plantillas frente a perspectivas corporativistas. De nuevo, el sindicato aportó las soluciones, y de hecho, descubrimos que no existen tantos prejuicios desde la plantilla hacia CCOO como nos planteábamos en un principio, o al menos estos fueron desapareciendo a través del trabajo en el conflicto.

Como conclusiones, debemos apuntar a que el establecimiento de plataformas corporativas, poco desarrolladas organizativamente, sin recursos y sin cuadros sindicales, que en última instancia funcionan como sindicatos corporativos, puede generar un fuerte impulso inicial, pero –a nuestro parecer– también graves problemas a largo plazo derivados de su carácter de estructuras embrionarias. Esta situación se puede agravar en el caso de que se formalice como un sindicato corporativo, escenario que hemos vivido de forma cercana en varias ocasiones. Por tanto, el fomento de estas plataformas, como estrategia para poder prescindir de lo que considerábamos un sindicato de enseñanza poco combativo, genera graves problemas organizativos y de estrategia a medio y largo plazo [6].

el establecimiento de plataformas corporativas, poco desarrolladas organizativamente, sin recursos y sin cuadros sindicales, que en última instancia funcionan como sindicatos corporativos, puede generar un fuerte impulso inicial, pero a nuestro parecer también graves problemas a largo plazo

Esto parte, en primer lugar, de un análisis equivocado de la situación, el problema no era el sindicato, sino el nivel de conciencia de la plantilla, en algunas ocasiones desclasada e individualista. De hecho, en CCOO nos encontramos a los elementos más avanzados de esas plantillas. Por otro lado, llegamos rápido a la conclusión de que no existen intereses irreconciliables entre las plataformas corporativas iniciales y las organizaciones sindicales de clase. De hecho, es perfectamente factible incorporar al sindicato a los elementos más activos que se habían movilizado e incorporado a la lucha sindical, con el objetivo de dar una continuidad al trabajo una vez finalice el conflicto y decaigan las plataformas. Esto hace que valoremos como perfectamente posible saltar la fase de las plataformas corporativas –o al menos minimizarla– para evitar que se asienten. De la misma forma, una sobre-estimación del poder convocatoria y movilización, conduce a aventurismos innecesarios, así como a resolver problemas para los cuales no se dispone de los medios materiales necesarios. Es imprescindible tener detrás una organización sindical asentada en todos los territorios, con cuadros sindicales especializados, técnicos y experiencia en la lucha, que tenga recursos para afrontar un conflicto a largo plazo y capacidad de tener continuidad en los centros de trabajo. Aunque en un primer impulso primó el culto a lo “espontáneo” y a la movilización, no debemos olvidar que las organizaciones sindicales son herramientas que se han desarrollado históricamente y han sido construidas por la propia clase trabajadora. De la misma manera, superando tensiones y contradicciones ideológicas y organizativas, han sido optimizadas para ser eficaces en la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores y las trabajadoras.

Por ello, pese a las buenas intenciones, las estructuras embrionarias no van a superar el nivel organizativo de estas estructuras. Si la pretensión es organizar la hegemonía en la sociedad civil –y no ceder su control– es más necesaria que nunca la organización y la revalorización de un sindicato socio-político de masas como CCOO, conduciendo a la unidad orgánica de los trabajadores y las trabajadoras bajo una misma organización.

 

Samuel Aldana, Pablo Villegas, militantes de la Juventud Comunista y doctorandos.

En el fondo, el elemento espontáneo no es sino la forma embrionaria de lo consciente” (V.I. Lenin, ¿Qué hacer?, 1902)


[1] “Los investigadores del futuro negocian para salir de la precariedad”. El País. 28/03/2018. URL

[2] Personal Investigador – CCOO/UGR URL

[3] “Empleo recula y deshace los cambios que introdujo sin avisar en los contratos de los investigadores”. El Diario. 03/03/2017. URL.

[4] Christiansen, J. (2009). Four stages of social movements. EBSCO Research Starters, 1-7.

[5] Jóvenes Investigadores y Precarios – CCOO URL

[6] “Recuperar el sindicato para acabar con el régimen”. Agitación. 15/05/2018. URL

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