Que España no haya tenido un desarrollo económico y social paralelo al resto de Europa (habría que puntualizar que se refiere a Europa Central y Occidental) es algo asumido en nuestra cultura popular. Pero no es nada nuevo, es una constante histórica que se puede observar desde “los afrancesados” los liberales del siglo XIX que querían traer las ideas de la ilustración al país y que recibieron ese apodo tan poco patrio hasta el “Spain is diferent” de Fraga que potenciaba el aislamiento y “las costumbres bárbaras” como reclamo publicitario y que marcaba una línea de diferencia con el resto del continente. Al fin y al cabo, puede parecer que “Europa comienza en los Pirineos”, es decir, que España por mucho que marque el extremo suroeste del continente parece alejada de Europa como construcción social y política.

Pero esta ideología europeísta también tiene su asiento material. La equiparación de España a Europa, por lo menos simbólicamente, se da con Felipe González también conocido como el Señor X de los GAL. Es decir, con la entrada en el mercado común y en la Unión Europea, que muy resumidamente se puede decir que a costa de modernizar el país lo convirtió en la playa de Europa. Vamos, que de dejar de construir fragatas, herramientas y sacar carbón empezamos a depender de los “guiris” y su capacidad para ingerir altas cantidades de alcohol. No hace falta ser un gran economista para comprender qué modelo económico otorga mayor soberanía.

no hay nada mejor que la estabilización(lo contrario a la precariedad) de la vida para generar apego a un sistema económico y las ideas que lo sostienen

Pero la modernización del país generó una gran expansión del sector público, miles, casi se podría decir que millones, de españoles y españolas se sacaron una oposición y comenzaron a trabajar en el sector público. Y no hay nada mejor que la estabilización(lo contrario a la precariedad) de la vida para generar apego a un sistema económico y las ideas que lo sostienen.

Las industrias cerradas, la represión y contención del movimiento obrero, la política de inyectar heroína en los barrios obreros entre muchas otras cosas que pasaron en los años 80, más la falsa esperanza crediticia de los 90 que ha quebrado los últimos 10 años llevando a la depauperización de sus vidas a las clases populares no ha generado un sentimiento antieuropeista. Quizá se deba a que para los sectores sociales que controlan partidos, sindicatos, movimientos sociales, el aparato (y aparatos ideológicos) del estado, los cuadros intermedios de las empresas han seguido funcionando una serie de instrumentos.

El programa Erasmus y la implantación del bilingüismo en las escuelas son dos ejemplos clarificadores de ello. Nadie está en contra ni de viajar, ni de aprender idiomas no se trata de eso sino de analizar qué efectos sociales tienen estas estrategias. Brevemente se puede decir que el Erasmus promueve una movilidad intraeuropea entre los futuros cuadros técnicos del estado y las empresas, el mercado común no solo se decreta si no que se construye. Generando una serie de redes intereuropeas que por ejemplo han posibilitado la emigración de miles de jóvenes españolas a Europa, promoviendo una fuga de cerebros, o sea, las trabajadoras españolas pagan su formación para que luego vayan a generar riqueza a Alemania. Eso sí, “Europa” para este sector sigue siendo la salida y futuro para sus vidas dificultando posicionamientos antieuropeistas. Por otro lado el bilingüismo, a costa de generar segregación en las escuelas y que paguen el pato los de siempre, educa e instruye a los y las futuras cuadros medios de empresas y estado para que se puedan desenvolver en ambientes más internacionales. Cuestión a parte quedaría el Tratado Schengen, que viajen los europeos con cierto nivel adquisitivo, mientras cerramos fronteras, levantamos vallas y aplicamos la retrógrada Ley de extranjería.

la idea de Europa ha servido para sustituir el concepto de “país” en el sentido progresista

Más allá de refranes y conceptos asimilados en la cultura popular y de las cuestiones sociales que hacen pervivir el europeísmo, la idea de Europa ha servido para sustituir el concepto de “país” en el sentido progresista. Evidentemente esto ha ocurrido en los últimos 40 años como una herramienta del régimen el 78 para continuar con ciertas estrategias de olvido histórico franquistas. España, idea construida y hegemonizada por el franquismo y conservadurismo solo parece representar el martillo de herejes, la luz de Trento y la espada de Roma o lo que es lo mismo la “Una, grande y libre”.

Se olvida por tanto la compleja construcción nacional y liberal del siglo XIX, al Empecinado, a Riego, a la Primera República y al primer movimiento obrero. Y por supuesto se olvida el primer tercio del siglo XX, la Huelga de la Canadiense y la conquista de la jornada laboral de 8 horas(habría que recordar que fue arrancada a los empresarios y no cedida por el derecho europeo), octubre del 34, la experiencia de la Segunda República y por supuesto los 3 años de resistencia al fascismo que no tienen comparación con ningún país del entorno. También se hace una mala lectura, desde el izquierdismo de “en la transición no se consiguió nada” hasta la visión más pro régimen y de la Transición como mito de fundacional nacional; obviando ambas interpretaciones el papel activo de la clase trabajadora, de CCOO y del PCE, con sus errores y aciertos.

Como cualquier otro país España tiene sus peculiaridades que hay que estudiar y reconocer que los avances sociales que se han dado no han venido otorgados por la amada Europa, si no conquistados por las clases populares.

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