Los medios de comunicación convencionales, ya sea la prensa escrita o las noticias de televisión, son una de las tantas herramientas que tiene la burguesía para defender sus intereses. Esta defensa en el caso de los medios de comunicación se manifiesta en la capacidad que se tiene para generar el miedo entre las masas y mantenerlas controladas, con el objetivo último de acercar o alejar a estas de posturas que les
pueda beneficiar o perjudicar en cada caso. El miedo, desde la perspectiva más comportamental, es algo natural. Si bien éste se dispara en el momento en el que ese miedo tiene su origen en algo desconocido o
sobre lo que no tenemos mucha información.

Los medios juegan un papel fundamental a la hora de utilizar este miedo como herramienta de control. Es decir, en situaciones de crisis, los medios se encargan de fomentar la aparición de una serie
de comportamientos en la población. Aquí aparece también la motivación especial de los medios de comunicación como herramienta de la clase burguesa, pues todos estos comportamientos tienen su efecto en la economía. La compra compulsiva de productos coincide con la subida de sus precios. Por lo que siempre que nos encontramos delante de una crisis, las empresas aumentan sus beneficios a costa de nuestro miedo.

El uso de las noticias, como comentamos anteriormente, sigue la lógica burguesa de conseguir un beneficio y el de servir a sus intereses de clase, razón por la cual los casos de manipulación de la información o directamente el uso de información falsa o bulos no nos son ajenos en nuestra vida diaria. Este uso de la información, si bien un poco más acotado al que se puede encontrar en las redes sociales, sigue unas dinámicas que dan pie a la legitimación de cualquier discurso si este les es beneficioso.

Son estos discursos los que alienan a la clase obrera al mismo tiempo que generan un odio contra los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad y que para sorpresa de nadie, se manifiesta en delitos de odio de carácter machista, racista y contra el colectivo LGTB. Estos discursos de odio se amparan en el miedo a lo ajeno, a lo desconocido, y es que podemos encontrar en estos discursos acusaciones que: dotan a la población migrante a una aparente mayor tendencia a la criminalidad; en la que cuestionan la capacidad para adoptar o enseñar a las personas no heterosexuales, basándose en el miedo a que los “conviertan”; en las que se cuestiona la existencia del machismo en nuestra sociedad y en el que se rechaza abiertamente el discurso feminista; en el que se blanquea al fascismo en sus diferentes formas y entre tantas otras muestras de este odio contra lo que no es normal, natural, correcto, de bien…

Aparte de los discursos que se permiten y promocionan en los medios de comunicación, estos propiamente generan el miedo en sus noticiarios y sus notas de prensa. Fue bastante evidente durante la crisis del COVID en la que se motivó a las masas a seguir una serie de comportamientos en base a la falta de información que se tenía y que supuso un aumento de las ganancias de la burguesía, usando el miedo al desabastecimiento. Este uso del desabastecimiento se dio igualmente durante el principio de la guerra entre Rusia y Ucrania, lo cual nos ha dejado en una situación realmente precaria que seguimos viviendo, en el que las subidas de precios generales se justifican desde los medios. Pero no solo se dan en los momentos de crisis o dificultad, sino que son una constante en la que se justifica y blanquea cosas como
que las empresas “sufren” mucho también, que no hay gente que quiera trabajar, que hace falta bajar impuestos para que no se evadan los mismos y un largo etcétera que se puede relacionar con el neoliberalismo.

Estos puntos a seguir y estos supuestos focos de problema que nos dan los medios a través de sus bulos y manipulaciones se ven agravados por el formato de estos, basados en sensacionalismos y en un uso del dolor completamente gratuito. A la hora de emitir las noticias, los sentimientos son una pieza clave para su desarrollo y difusión, los medios de comunicación saben esto. Estamos acostumbrados a ver solo
noticias negativas en la tele y las noticias positivas, veremos que aparecen solo de forma posterior a una noticia que se pretenda quitar importancia o en emisiones sin mucho contenido trascendental. Además cabe analizar que estas últimas noticias “positivas” suelen ser temas banales relacionados con cualquier elemento del conglomerado de ideales que promueve el capitalismo. Si volvemos el foco nuevamente hacia el uso de los sentimientos en los medios, el dolor es el principal actor que eclipsa completamente al resto.

Esto siempre ha estado presente, ya sea un incendio doméstico en un piso del centro de Madrid, hasta un bombardeo en uno de los incontables países en constante guerra civil debido al Capital, allí habrá un reportero filmando con su cámara de forma impasiva. De esta forma se crea una pena y una lástima por parte de los espectadores, pero esta, debido al formato y tratamiento de las noticias no se queda nada más que en eso, en miedo hacia ciertas materias y normalización hacia otras.

El sensacionalismo supone una fuente de visualizaciones constantes y masivas ya sea movidas por la pena o por el morbo y si esta hegemonía en los medios parte del dolor y empatía de los consumidores, acaba generando casi de manera contradictoria una insensibilidad hacia el dolor ajeno o la visualización y conocimiento de este. El pilar central de este lucro del dolor es no solo en el tipo de noticias o en la narración, si no en el uso de las imágenes, un uso que no ha ido nada más que en escalada. Hace una década, en los informativos no se llegaba a mostrar de forma explícita la muerte y la violencia. Pero en estos últimos tiempos, incrementado tal vez por la cadena de acontecimientos dramáticos que ha supuesto la pandemia, la retirada de Afganistán y la invasión rusa sobre Ucrania, el uso de las imágenes explícitas ha pasado de ser algo puntual a ser algo constante y normalizado. En medios occidentales hemos visto a decenas de afganos caer de el tren de aterrizaje de un avión a cientos de metros sin ningún tipo de censura, enfermos completamente entubados siendo intervenidos de urgencia por los efectos del Covid e incluso una familia de ucranianos abatidos en el suelo después de ser presa del fuego cruzado sin ningún pixelado visto tiempo atrás.

Este progresivo uso del dolor y la violencia explícita sirve para perpetuar el capitalismo, normalizando las situaciones de dolor y estableciendo como un mal menor y algo con lo que convivir pero que a sí mismo mueve cifras millonarias y todo esta a partir de una parte muy sustancial de todas las noticias que se deben contar y que de hecho están tergiversadas y convertidas en foco de viralidad para un
público susceptible al mismo.

Los medios de comunicación no se dedican a lanzar la información de manera completamente arbitraria, sería muy ingenuo pensar que lo hacen sin un análisis previo de qué información quieren transmitir y a quién. Es más, la mejor forma que tienen de llamar la atención mediática es vociferar y reiterar. Aquí el adjetivo viral cobra mucha relevancia, pues qué importante es para los medios que se les oiga por encima de otros ruidos y, sobre todo, repetir cada media hora la misma noticia, haciendo que se convierta en el eje central de la vida de la espectadora hasta que aparezca una nueva que la releve.

Además, no solo nos encontramos con esta vociferación y reiteración de los medios de comunicación, sino también con el lenguaje. Si entendemos el lenguaje como la forma de poder transmitir nuestros pensamientos, también debemos verlo como una fuerte herramienta de trasmisión ideológica. Así que, es muy importante que nos paremos a pensar sobre el lenguaje que se utiliza a la hora de dar una noticia. No es lo mismo “Muere una mujer a manos de su expareja” que “Es asesinada una mujer a manos de su expareja”. Una refleja un accidente, la otra un feminicidio. Y como este, otros tantos ejemplos en los que se ve cómo los medios trabajan tanto para quitarle hierro a determinadas noticias como todo lo contrario.

A día de hoy, con la existencia y el calado que tienen en la juventud las redes sociales o plataformas de streaming, nos encontramos con que el target que más consume los medios de comunicación convencionales supera los 45 años de edad [edad promedio (años): televisión, 49,9; diarios: 51,6; radio: 48,1] según datos del Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación (AIMC) de 2021. Por lo tanto, estos medios van a centrar su programación en los grupos poblacionales de mediana y tercera edad. ¿Esto qué supone? Las personas mayores, por lo general, son un sector bastante vulnerable de la sociedad. Debido a ello, toman la información que se les es vertida por estos canales como verdadera e irrefutable y tienen una mayor tendencia a caer en comportamientos poco meditados y movidos por el miedo. Es así que la burguesía hace uso del miedo para conseguir sus objetivos de clase. Estos medios al servicio del capital son capaces de manipular a la clase obrera a través de los bulos, los discursos de odio, el blanqueamiento del fascismo, el neoliberalismo… y pues quedamos bailando prácticamente al son de la única orquesta que nos dejan escuchar.

Marta Vidueira

Eduardo Amaya

Iván Martínez

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