A lo largo de su historia reciente, el PSOE ha jugado un papel fundamental en el desarrollo y consolidación del Régimen del 78. Se puede decir que este es el partido que ha definido la realidad política española de los últimos 40 años: un tímido desarrollo del llamado Estado del Bienestar acompañado de la monarquía impuesta por Franco, la OTAN, la Unión Europea y una política económica de ataques a la clase trabajadora en favor de la burguesía internacional.

Hoy en día, el PSOE comparte esos intereses irrenunciables con los demás partidos dinásticos del Régimen. Para los intereses de la oligarquía, siempre ha sido importante mantener un PSOE en buen estado de salud, prueba de ello es que su apuesta sigue siendo un gobierno «socialista» como recambio del Régimen. Recordemos que es bajo los gobiernos del PSOE donde se han iniciado grandes ciclos de protesta: desde la mayoría de huelgas generales, hasta el propio 15M. 

No podemos olvidar todos los ataques que como jóvenes de clase trabajadora hemos sufrido. Por ello, en este artículo, reunimos las 10 medidas impulsadas por el PSOE que han precarizado nuestra situación

  1. La venta de la soberanía del Estado español

Las primeras elecciones democráticas tras la Segunda República en junio de 1977 trajeron el éxito del PSOE, a costa de un Partido Comunista legalizado a escasas semanas de los comicios. Un partido “socialista” que pronto renunciaría al marxismo en el congreso de Suresnes de 1979, y que combinaba un discurso izquierdista con una política de seguidismo a las fuerzas del régimen franquista; por ejemplo, con su apoyo determinante en los Pactos de la Moncloa. Desde aquellos consensos en materia económica, pasando por el “no a la OTAN” que derivó en la entrada de España en la misma, hasta llegar a la modificación del artículo 135 de la Constitución en 2011, se construye toda una historia de servilismo a la burguesía internacional y venta de la soberanía del Estado español, desarmando a la clase trabajadora de la posibilidad de llevar a cabo una política soberana, capaz de conquistar derechos laborales.

  1. Desindustrialización y desregulación del mercado laboral.

Esa venta de soberanía se tradujo en un tímido “Estado del Bienestar”, una pequeña contraprestación para ganarse a la clase trabajadora junto a unas políticas económicas neoliberales, que adaptaban las órdenes de organismos como el FMI y la OCDE. Podría decirse que el papel reaccionario que en otros lugares jugaron Margaret Thatcher o Ronald Reagan, lo jugaron en España los gobiernos del PSOE. En diez años, el partido privatizó casi 100 empresas públicas y asentó un modelo fiscal regresivo. A la vez, se llevó a cabo la mal llamada “reconversión industrial”, un proceso de destrucción de la industria a las ordenes del proyecto capitalista transnacional europeo. Casi un millón de despedidas y miles de familias trabajadoras sufrieron las consecuencias.

La desindustrialización tuvo un efecto directo sobre la juventud: desaparecieron grandes empresas donde había una organización activa y un sindicalismo potente y combativo, llegó a su fin el modelo de “escuelas de aprendices” que otorgaban facilidades de acceso a jóvenes del entorno geográfico y familiar, y se perdió la perspectiva de empleos seguros y duraderos. Un proceso que continuamos viendo hoy, con los cierres de Alcoa, Vesuvius o La Naval de Sestao.

  1. Reforma del Estatuto de los Trabajadores de 1984 (Felipe González).

Con esta reforma, el PSOE buscó debilitar las condiciones de acceso, permanencia y salida del mercado laboral para las trabajadoras. Aquí comenzó la llamada “flexibilización”, la aparición de modelos de contrato temporales con gran inseguridad para las trabajadoras, que están en peor posición para negociar sus condiciones. Se estima que esta reforma permitió casi un millón y medio de despidos de población trabajadora de todas las edades, siendo especialmente castigadas las jóvenes. La reforma se vivió como una traición por las organizaciones trabajadoras, y en este momento, CCOO se posicionó a la ofensiva contra los gobiernos de Felipe González, llevando a cabo varias huelgas generales en pocos años. 

  1. El Plan de Empleo Juvenil (1986) buscaba precarizar aún más a la juventud.

En plena conflictividad, el gobierno de Felipe González presentó esta medida, que traía unos modelos de contratos para jóvenes de 16 a 25 años caracterizados por salario mínimo interprofesional, duración de seis a dieciocho meses y jugosas bonificaciones para las empresas que precarizasen el empleo juvenil. Este fue el primer intento de experimentar la precarización con la juventud, y fue respondido con una huelga en 1988 que fue secundada por casi el 95% de las trabajadoras de España. El gobierno fue derrotado, y ante tal demostración de unidad y fuerza, no tuvo más remedio que echarse atrás. Sin embargo, el espíritu de esta medida se recuperó en reformas laborales posteriores.  

Cabe destacar que ese momento de movilización obrera coincide con las mayores concesiones de González, como el aumento de coberturas en sanidad, pensiones y desempleo. Todo lo positivo que trajo el PSOE, en realidad, fueron conquistas que la clase trabajadora le arrebató. Sin embargo, el Régimen no se contentaría con esta situación, pues precarizar a la juventud era fundamental. 

  1. Reforma del subsidio de empleo (1992) y nueva reforma laboral (1994).

La primera medida endureció el acceso a prestaciones por desempleo y limitó la cuantía hasta el 60% de la base reguladora, llegando a eliminar el desempleo parcial para determinados contratos. La reforma laboral, por su parte, ponía patas arriba el Estatuto de los Trabajadores y nos trajo, entre otras cosas, las famosas Empresas de Trabajo Temporal (ETT) y los contratos basura “de aprendizaje”. Se inauguran por primera vez en la historia de España, los contratos de un día de duración y el fenómeno de encadenar muchos contratos en un solo mes. Ambas medidas respondían a las órdenes que el FMI “recetó” para la clase trabajadora española en 1993, y fueron respondidas con nuevas huelgas generales por parte de CCOO y otros sindicatos. 

  1. Aceptación del Tratado de la Unión Europea, o Tratado de Maastricht.

Este tratado fue impulsado con fervor por el PSOE, imbuido de una fe “europeísta” que relacionaba cualquier concesión a Europa con un signo de progreso y modernización. Lo cierto es que este tratado trajo nuevas renuncias a la soberanía del Estado y se considera  la adaptación del Consenso de Washington al contexto europeo, con la aceptación de los dogmas neoliberales como principios básicos de economía. Por ejemplo, el establecimiento de techos de gasto público.

  1. Las dos caras de la era Zapatero: la reforma laboral de 2010.

Desde que el PSOE volvió al gobierno en 2004, ciertos sectores del partido consiguieron llevar a cabo reformas progresistas que sirvieron para apuntalar la cara amable del régimen. Sin embargo, ante la vuelta de la crisis, el principio neoliberal era inamovible y los costes volvieron a recaer en la clase trabajadora por dictado de la Troika (FMI, BCE y Comisión Europea). Desde 2009 llegaron los rescates bancarios con dinero público, el aumento de la edad de jubilación o la nueva reforma laboral de 2010: una reforma que facilitaba y abarataba el despido, especialmente para los sectores más vulnerables. Fue también el momento de reformar el artículo 135 de la Constitución, junto al PP y en tiempo record, para que la deuda privada se pagase con prioridad a cualquier gasto público, dejando a la clase trabajadora sin herramientas para conquistar un futuro digno. 

  1. La actual negación a derogar la reforma laboral del PP de 2012.

La ministra de economía, Nadia Calviño, lo expresó claramente hace poco: “No perdamos tiempo en volver atrás”. La regresiva reforma laboral del PP, en 2012, favoreció la “externalización” de cualquier actividad laboral en subcontratas capaces de precarizar aún más a las trabajadoras, pues los convenios colectivos de empresa primaban sobre los de sector, y los sindicatos tenían menos capacidad para negociar. Es también la reforma que extendió la contratación en prácticas, pudiendo encadenar tantos contratos precarios como grados o másters se cursasen, con salarios hiperreducidos.Y además, es la de los despidos por “simples pérdidas”, sin necesidad de justificar su necesidad. 

Tras lograr volver al gobierno con promesas como derogar esta nociva reforma, la derogación se ha ido posponiendo y ahora ya no se considera “posible”. Es decir: no quieren derogarla.  La no derogación de las reformas laborales, las de Rajoy, Zapatero, Aznar y González, hace que la precarización laboral crezca día tras día. Mientras tanto, los beneficios empresariales no han dejado de crecer.

  1. Aumento de la mortalidad en los puestos de trabajo y falta de interés en atajarla.

En los últimos años ha crecido de manera alarmante la cantidad de muertes en los puestos de trabajo, afectando a las trabajadoras peor pagadas: las jóvenes precarias, en muchas ocasiones. Entre las causas habituales de accidente mortal, se han señalado el sobreesfuerzo físico, el estrés psicológico y la presión laboral. Son varias las investigaciones impulsadas por sindicatos y agentes sociales que demuestran una correlación directa entre estas muertes y las medidas impulsadas por las reformas laborales, con los oídos sordos al respecto no solo del PP o C’s, sino del propio PSOE, que no considera en sus declaraciones públicas que exista una situación de alarma. 

10. La postura regresiva actual en muchas cuestiones que afectan a la juventud trabajadora.

A pesar de habituales menciones a un nuevo “Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI”, no queda claro que esto signifique algo positivo en boca de PSOE. No solo la historia avala esta idea, pues su manera de referirse a las “nuevas realidades precarias” que afectan a la juventud (las riders de Glovo, Deliveroo, etc) parece no ser siempre negativa. La ambigüedad de la que ha hecho gala siempre el PSOE vuelve a repetirse, y ante la falta de tejido productivo que envía fuera a una parte de la juventud trabajadora, la apuesta por el I+D vuelve a mostrarse falsa. Esto lo saben bien las predoctorales en lucha, a las que el gobierno anunció como medida estrella un nuevo estatuto laboral que ha cerrado en falso el conflicto, otorgando concesiones pero negándoles aún el estatus de trabajadoras. 

Podemos ver que, desde los años 80 hasta la actualidad, el objetivo del PSOE en materia laboral ha sido siempre la defensa de los intereses de la minoría oligarca que acumula la mayor riqueza y se beneficia del sufrimiento de la clase trabajadora. Si a esto le sumamos que este fue el partido que inauguró la precarización de la universidad pública (Plan Bolonia) o la “Ley de desahucio exprés”, entre otras cuestiones que imposibilitan una vida digna, podemos comprobar que su apuesta no es por el bienestar de la juventud trabajadora, sino por su precarización. 

 

Esta sucesión de medidas contra nuestro futuro, de ataques y regresiones en nuestras condiciones de vida, no son casuales y atiende a un plan premeditado, a un compromiso con los enemigos de esa clase trabajadora a la que el PSOE dice representar. La juventud combativa debe ser capaz de señalar estas traiciones, desenmascarar al PSOE como pilar del Régimen y organizarse para combatir su política económica en todos los frentes.

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