Desde 1956 podemos constatar la presencia del movimiento estudiantil organizado en el segundo Franquismo, si bien su protagonismo será más visible desde mediados de los ’60, especialmente en Madrid y Barcelona, cuando sufrió una mayor politización, teniendo que hacer especial mención a la respuesta del estudiantado organizado ante el asesinato de nuestro protagonista. Este movimiento estudiantil contaba con el apoyo de gran parte del estudiantado universitario en sus propuestas de democratización de la universidad, íntimamente unidas a una democratización de la sociedad y, por ende, del sistema político. A este movimiento habrá que sumar también la agitación obrera, siendo ejemplo de ella las huelgas de Asturias de 1962, así como las influencias del Mayo francés al final de la década.
Se ha de hacer especial mención también al Frente de Liberación Popular (FLP) o felipe, organización política en la que militaba Enrique Ruano y que tuvo su actividad principal en esos años, situada a la izquierda de la oposición clásica, como el PCE, al igual que otras muchas organizaciones de la nueva izquierda nacidas en ese periodo marcadas por su escasa implantación social. Tendría presencia dentro del movimiento estudiantil de la capital española, encontrándose entre los grupos que querían llevar a la lucha estudiantil un paso más allá, lo que no le impidió entablar estrechar relaciones con el PCE en la Facultad de Derecho de la UCM en la que estudiaba Enrique.
En el contexto más específico en el que se desarrollaron los hechos, debemos de señalar dos fechas: el 17 y el 20 de enero de 1969, los días de su detención y de su asesinato, donde podemos apuntar dos sucesos que, en lugar de analizarlos como mera coincidencia, es más correcto hacerlo como ejemplificación del agitado clima político en las principales universidades españolas. El día 17 se produjo el cierre de la Universidad de Barcelona por orden del rector de la misma tras el anterior asalto al rectorado por parte de medio centenar de estudiantes, y el 20 cuatro jóvenes sufrieron un Consejo de Guerra como respuesta al incendio de dos universidades madrileñas.
Los sucesos se podrían narrar brevemente de forma cronológica: el joven de 21 años, procedente de una acomodada familia y estudiante de la citada facultad de Derecho, fue detenido junto a otros compañeros el 17 de enero tras haber debatido asuntos relacionados con la FLP en una céntrica calle de Madrid. Tres días más tarde, durante su reclusión en la Dirección General de Seguridad (DGS), sería obligado por la Policía a acompañar el registro de un piso, cuyas llaves le habían sido requisadas a Dolores González Ruiz, otra de las detenidas, en el que se cobijaban hasta el día de las detenciones militantes antifranquistas vascos huidos. Este sería el lugar del trágico suceso.
Según la versión oficial, los policías habrían quitado las esposas a Enrique para firmar el acta del registro, lo que habría sido aprovechado para correr hacia una ventana y arrojarse por ella, muriendo en el acto fruto de la caída. En este punto, son relevantes tres datos: el cuerpo no fue mostrado a la familia, el informe de la autopsia nunca se publicó y el único testigo de los hechos no implicado, el portero, falleció de un infarto al poco tiempo.
Esta versión no fue creída ni estudiantado –que respondió muy activamente al asesinato, declarándose el estado de excepción- ni por su familia, y frente a ella se contraponía la de que Ruano había sido asesinado por la policía, como publicó Mundo obrero, habiendo sido disparado por la espalda –quizás en un intento de huida-, arrojándose posteriormente el cuerpo al patio interior. En 1996 se sabría que se le habían serrado la clavícula para eliminar las pruebas del disparo, siendo desechada la hipótesis del suicidio, pero los policías implicados fueron absueltos.
Así pues, conociendo contexto y lo concerniente al asesinato se ha de pasar al tratamiento informativo –o interesadamente desinformativo- del caso centrándonos en lo escrito en el ABC, por haber sido el diario cuyo tratamiento del caso tuvo mayor calado. Ya el 21 de enero reflejaría –sin darle demasiado peso- el suicidio de uno de los cuatro comunistas detenidos días antes, acompañando el texto con la nota de prensa de la DGS íntegra. El culmen del despropósito informativo llegaría al día siguiente, cuando el ABC en su edición del 22 de enero de 1969 dedicaría la totalidad de su página 16 a la publicación de extractos del supuesto diario que llevaría encima, siendo en realidad fragmentos descontextualizados de una carta que había escrito a su psiquiatra. Además, en esa página introdujeron una columna titulada “Víctima sí, pero ¿de quién?” en los que se analiza la supuesta psicología del asesinado en base al falso diario; ambas cosas para dar sustento a la explicación oficial del suicidio.
Esto se habría hecho por orden directa del director del diario, Torcuato Luca de Tena Brunet, quien a su vez, como años después reconoció, cumpliría directrices de Manuel Fraga Iribarne, por entonces Ministro de Información y Turismo, quien llegaría a llamar a los familiares para amenazarles por los sucesos posteriores. Ninguno de los dos fue juzgado nunca por ello.
La manipulación no se terminaría aquí, sino que el mismo ABC publicaría el día 23 una falsa carta, en teoría firmada por su amigo Javier -al que hará referencia en el diario y culparía de sus males-, en la que lamentaría la utilización política de su muerte, en un intento del diario de apagar la llama movilizadora que había encendido el asesinato. No extraña que una de las respuestas del estudiantado este mismo día, como el de la Facultad de Ciencias Políticas de la UCM, fuera la quema de ejemplares de ese periódico, produciéndose también atasques a alguna de la sedes del ABC.
El sábado 25, ya con el estado de excepción declarado, en un ejercicio de hipocresía y consciente impunidad, el ABC reproduciría una “nota urgente” publicada por El Alcázar titulada “Apostillas a lo intolerable” en la que se felicitaba al primer medio por el buen tratamiento informativo de la muerte de Enrique Ruano, “por haber reflejado su personalidad enfermiza (…) y no haberle hecho pasar por el tamiz comunista” (sic) haciendo también referencia a su buen origen familiar.
Como corolario, el asesinato de Enrique Ruano nos ejemplifica cómo en una fase de supuesta apertura política del Franquismo, éste no varió en gran medida su intransigencia con la oposición –si bien no se puede comparar con la dura represión de la década de 1940-, y es que “Franco murió matando”. De igual manera, que medidas legislativas como la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 –impulsada, irónicamente, por Fraga-, que prometía una mayor libertad de expresión evidenció su carácter superficial con el Caso Ruano, siendo la prensa española –incluso periódicos sin vinculación directa pero sí estructural con el régimen como el ABC- no dejaban de ser meros voceros del Franquismo, intentando controlar éste la opinión pública.
Finalmente y a modo de homenaje al joven luchador antifranquista, es oportuno hacer una breve mención a su recuerdo, vivo desde los momentos posteriores de su asesinato con las movilizaciones estudiantiles de respuesta, en la cultura popular como bien nos demostró la resignificación del poema y canción Què volem aquesta gent…, así como los recientes actos en homenaje al estudiante en el quincuagésimo aniversario de su asesinato en su ciudad natal; y de modo más anecdótico, el que en este mismo año el sindicato estudiantil universitario salmantino de CEA (Colectivo Estudiantil Alternativo) decidiera dar el nombre de Enrique Ruano a una de sus escuelas formativas: su recuerdo ha de seguir vivo en la memoria del estudiantado combativo.