Durante la década de los 2000 los medios de comunicación y los responsables de los distintos niveles del Estado consiguieron que el precario estado del sistema educativo, la falta de presupuesto y personal, y la elitización de los estudios superiores se convirtiese en una cuestión de canis y chonis que se dirigían por voluntad propia al fracaso escolar.

Posteriormente, y cuando el desempleo juvenil superaba el 50% de las trabajadoras jóvenes y cientos de miles emigraban al extranjero en busca de un trabajo digno, acuñaron la etiqueta de “ni-ni” que volvía a responsabilizar y a culpabilizar a las jóvenes de no tener opción a continuar ni con unos estudios universitarios cuyo precio se vio cuadruplicado durante esos años ni a incorporarse a un trabajo estable. Lo que era responsabilidad del sistema pasaba a ser un asunto de falta de voluntad y de dejadez de las jóvenes.

De forma similar, actualmente se critica las formas de ocio y las expresiones artísticas, musicales y culturales predominantes entre la juventud, vinculándose en muchos casos al consumo de drogas y el abuso del alcohol. Pero cabe preguntarse, ¿acaso quienes critican estas formas de ocio hacen algo que permita a las personas jóvenes disfrutar realmente de su tiempo libre de forma gratuita y accesible? La realidad es que no, y mientras tanto, solo crecen los problemas que acechan el ocio de la juventud.

Por poner algunos ejemplos:

  • Una enorme parte de las instalaciones públicas deportivas están gestionadas por empresas privadas, que imponen tasas que no buscan el uso y disfrute de las mismas, sino el mayor beneficio para estas empresas. Es decir, se construyen instalaciones deportivas financiadas con los impuestos de las familias trabajadoras que posteriormente son entregadas a empresas que apartan de la gestión y el uso de estas instalaciones a las familias y a sus hijas.
  • La falta de instalaciones públicas a su vez lleva a la proliferación de gimnasios, dado que los precios son similares que los existentes para practicar deportes de equipo en instalaciones públicas, separando así además los espacios deportivos de los de socialización (a diferencia de los deportes de equipo o la práctica colectiva del deporte)
  • El precio de una entrada de cine, de teatro o de cualquier espectáculo musical no varía apenas para las personas jóvenes (en el caso de cine se limita a una reducción del 15-20%). Teniendo en cuenta que el 81% de las personas entre 16 y 29 años no viven emancipadas de sus familias, es evidente que esto aparta directamente a la juventud de estas formas de ocio que se han encarecido en los últimos años.
  • Es inexistente la promoción del uso de instalaciones públicas por parte de asociaciones, clubes deportivos, grupos de teatro, danza etc., igual que la dotación presupuestaria de las mismas. Por poner un ejemplo, conjunto de dinero público destinado en la Comunidad de Madrid a políticas de Juventud asciende a 15 millones de euros, viviendo en esa Comunidad más de 1 millón de personas entre los 15 y los 30 años. Parece que a los jóvenes nos aplicaran la famosa frase de Lola Flores de “una pesetita por español”.
  • Mientras tanto, las casas de apuestas proliferan como espacio de ocio juvenil. Se les permite la publicidad indiscriminada y se asocia el estar apostando, a estar un rato con los colegas tomando algo en la casa de apuestas.
  • Los macrofestivales se han convertido en el paradigma de evento cultural juvenil. La falta de eventos culturales que incorporen al mismo tiempo ocio, cultura, deporte y convivencia lleva a la concentración de jóvenes en eventos musicales que duran un día entero o varios días en torno a las actuaciones de artistas conocidos, con un precio más asequible que lo que cuesta actualmente irse de viaje un fin de semana. Como hemos analizado ya en Agitacion.org, este modelo lleva consigo una serie de desigualdades de género.

Estos son algunos de los ejemplos más sangrantes, pero aún más vergonzoso es que en ese panorama de expulsión del espacio público y de formas de ocio y culturales dignas aumente la represión del Estado a algunas de las únicas vías de escape existentes:

  • En algunos pueblos y ciudades son recurrentes las multas a locales alquilados por jóvenes para juntarse en ellos, con motivos injustificables como los de exigir licencias de locales públicos, multas por ruido o por problemas inexistentes que se fundamentan muchas veces en prejuicios de algún vecino.
  • Se reprime y hostiga a los Centros Sociales, tanto por la vía de las multas y desalojo a los espacios okupados como mediante la rescisión unilateral de los convenios de espacios cedidos a entidades sociales por parte de las distintas Administraciones, cercenando así una de las principales vías de creación de espacios y propuestas de ocio autogestionadas por y para la juventud
  • El Ayuntamiento de Málaga se jacta de haber perseguido y detenido en poco más de un año a 24 personas por pintar grafitis sin poder demostrar que en ningún caso hubieran dañado patrimonio histórico o artístico.
  • Solamente en la ciudad de Madrid en 2018 se multó a más de 24.000 personas por beber alcohol en la calle, casi triplicando el número de multas de años anteriores. Al mismo tiempo que se permiten las pulseras “todo incluido” y los tours organizados para grandes grupos de turistas por las zonas de discotecas de las grandes ciudades.

Es por ello por lo que, ante la inacción estatal y la conversión de nuestro tiempo libre en nichos de mercado por parte de las empresas, solo nosotras podemos garantizarnos a nosotras mismas opciones de ocio digno.[1] Disfrutar del tiempo libre que nos queda después de nuestras jornadas laborales y de estudio es un derecho que nadie va a concedernos y la única forma de poder asegurarlo es organizarnos. Organizarnos desde la música, el deporte, el arte, la cultura y desde todas las expresiones y espacios juveniles, para dirigir esas mil luchas hacia un único camino: asegurarnos un ocio digno y accesible.

 

[1] En el artículo http://www.agitacion.org/2019/08/21/dar-vida-a-los-pueblos-a-traves-del-ocio/ analizamos distintas propuestas alternativas autoorganizadas por la juventud del mundo rural.

 

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