Escribimos estas líneas basándonos en dos interrogantes que asaltan nuestras conciencias; ¿qué está pasando en Andalucía?, y ¿cuál es el camino que debemos emprender para mejorar la vida del pueblo andaluz trabajador?

Evitando caer en un análisis superfluo, simplista, hemos de dirigirnos al inicio, a la génesis de nuestra situación actual. Una historia marcada por la desamortización, el latifundismo, los grandes terratenientes. Continuada por gobiernos del PSOE, que formando parte de la oligarquía nacional e internacional, nos han convertido en una región precaria y subalterna del capitalismo, con su modelo económico extractivo y desigual. Y para terminar, a día de hoy teniendo que hacer frente al fascismo institucional que ha entrado en la Junta, sin complejos, envueltos en una bandera que mancharon con la sangre de nuestro pueblo.

El primer punto en el que nos debemos detener, es a finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, donde Andalucía tenía un modelo productivo basado en la viticultura, la extracción de minerales, la tierra y el comercio en América con las colonias españolas. Contaba con un importante proceso de industrialización, siendo ejemplo de ello que la primera siderurgia de España se instaló en Málaga en el año 1826. Otras provincias, como Sevilla, Cádiz y Granada ocupaban puestos muy altos en la producción de acero, vidrio, etc. además de su potente producción agrícola. Bien entrado el siglo XIX, se produjo un proceso agudo de involución a nivel industrial y económico en Andalucía. ¿Los motivos? Por un lado, vemos cómo la matriz del capitalismo se había asentado en España, en Andalucía surgió la burguesía terrateniente, que tomando una posición dominante y privilegiada en la oligarquía española (más incluso que la burguesía catalana), formó un sector reaccionario y opresor para el pueblo trabajador. A raíz de esto último, la burguesía comenzó un proceso de acumulación de capital y terreno poco sedimentado en el tiempo, y en el momento en el que el España veía como cada vez tenía un menor peso internacional con la pérdida de las colonias, no saben afrontar su debilidad intrínseca y sus contradicciones internas (entre la compra de tierras y seguir la industrialización). Esto llevó a la desviación de capital, alentados por las desamortizaciones de tierras suscitadas por Mendizábal. Por otro lado Gran Bretaña con sus políticas imperiales llegó a Andalucía a expoliar y a destruir. Tales como la expoliación de recursos mineros y la destrucción de telares, como ya había hecho con anterioridad en la India. Cabe destacar que los beneficiarios de esto último fueron los capitalistas británicos y andaluces y los grandes perjudicados, obviamente, el pueblo trabajador andaluz.

Con este proceso, la burguesía agraria andaluza salió muy fortalecida y con un gran peso dentro de la oligarquía española (con oligarquía, nos referimos al poder real que tiene un pequeño grupo sobre todo un pueblo). Movida por seguir generando beneficios, empezó a especular junto a otros capitalistas europeos. En cuanto a lo político, esta élite comenzó a colocar a andaluces afines en altos cargos del Estado. Los más perjudicados con este proceso, fue la burguesía catalana y vasca, que ante la fuerza política y económica de los terratenientes andaluces, no les quedó otra que adaptarse a la nueva situación, ¿cómo?, traicionando los movimientos nacionalistas de Euskadi y Catalunya y fusionando capital con los terratenientes andaluces y castellanos con un fin único y compartido: extraer el máximo beneficio a costa de la explotación de millones de trabajadores de todos los rincones del España (incluidos por supuesto los de estos lugares mencionados).

La represión contra el pueblo ha sido una constante que se extiende hasta nuestros días. Nos basta con remitirnos a febrero de 1919, un mes convulso en el que se desarrollaron varias manifestaciones y huelgas contra el caciquismo y la Reforma agraria que unieron a más de 12.000 trabajadores, los cuales se vieron reprimidos con brutalidad por la Guardia Civil, causando la muerte de varios trabajadores. En estos días, el andalucismo revolucionario, con su padre a la cabeza, Blas Infante, aprobaron el Manifiesto de la Nacionalidad, con la premisa de que Andalucía debe ser libre y soberana, recogiendo el testigo que dejó la Constitución de Antequera.

Con la llegada de la II República, el pueblo andaluz sintió un anhelo de esperanza. La oligarquía y la burguesía vieron temer su posición de poder, y comenzaron un boicot activo a la república hasta que en el año 1936, uniendo sus fuerzas tanto la oligarquía, la Iglesia como el fascismo español e internacional, dieron un Golpe de Estado a un gobierno democrático, causando muerte, desolación, y dolor. Consiguiendo erradicar cualquier atisbo de libertad y prosperidad para el pueblo. Ya en plena dictadura fascista, en los años 60, se inicia a nivel estatal una reindustrialización que nuestra tierra pagará muy caro. Los terratenientes tenían sus planes fuera de Andalucía, inyectaban su capital a empresas en Madrid, Barcelona, allí donde viesen negocio. Su tierra, Andalucía, sólo era el sitio dónde nacía su capital a costa de la explotación. Mención especial para todos aquellos que se vieron obligados a dejar su tierra, su familia, el sitio que les vio crecer, para convertirse en mano de obra barata que se empleaba en diferentes zonas del Estado. Fue el duro camino de la emigración, del éxodo rural en nuestra querida Andalucía, ya que aquí sólo había hambre y marginación.

Luchar por ese autogobierno, una soberanía plena para superar su crisis socioeconómica, evitar el expolio de la oligarquía y por lo tanto el éxodo rural, y superar el encaje productivo-territorial perfilado por el Régimen del 78

Llegamos al 4 de diciembre de 1977, donde cerca de dos millones de andaluces salió a la calle para unir dos cuestiones claves, la primera: conmemorar el 4 de diciembre de 1868, donde el pueblo gaditano inició un levantamiento que se extendió por toda Andalucía en pos de un autogobierno, siendo reprimidos y causando más de 3.000 asesinados y cientos de encarcelados. Y la segunda: luchar por ese autogobierno, una soberanía plena para superar su crisis socioeconómica, evitar el expolio de la oligarquía y por lo tanto el éxodo rural, y superar el encaje productivo-territorial perfilado por el Régimen del 78 que nos condena a un insostenible modelo de servicios. Esta última manifestación no estuvo exenta de represión, desde estas líneas queremos conmemorar a nuestro compañero sindicalista García Caparrós, asesinado por un disparo en la espalda.

Y llegamos a nuestros días, donde sucesivos gobiernos del PSOE no han hecho nada en alas de las exigencias del pueblo andaluz, siendo un partido más del Régimen del 78 y un sostén imprescindible del mismo sin haber atacado frontalmente a la a clase oligárquica andaluza en estos casi 40 años. El pasado 2 de diciembre, se inició un nuevo ciclo de fascismo institucional. Hay que hacer hincapié en el término “institucional”, porque el fascismo nunca desapareció, sólo que su presencia no hacía falta. ¿Por qué decimos esto? El fascismo es la variante más agresiva del capitalismo y al igual que en el siglo XX, se han repetido los mismos fenómenos que han hecho necesaria su aparición: crisis económica, inmigración y cuestión nacional. Nos encontramos ante una oleada de odio al inmigrante, al diferente, peleas entre diferentes pueblos (promovidas por manipulación del capital), una desigualdad que se ha agudizado y una posición subordinada a las políticas que marca la UE. Con todo esto claro, ¿cómo combatir al fascismo? Articulando una táctica y dotándonos de una perspectiva de clase. Creando un contrapoder y organizándonos en nuestros centros de trabajo, en nuestros centros de estudio, en nuestros barrios. Con una dialéctica clara, y generando un contramensaje.

Es importante conocer nuestra historia, es vital saber de dónde venimos para poder decidir a dónde queremos ir. No hay que dejarse embaucar por frases hechas o cuestiones banales. Hay que tener claro que la clase trabajadora es el motor de cualquier Estado, producimos y generamos riqueza. El problema no es el inmigrante, no es Cataluña, ni tampoco que no gobierne el PSOE.

El problema lo encontramos en el propio sistema capitalista en a día de hoy en España toma forma en el cada vez más débil Régimen del 78. Por eso, desde la Juventud Comunista apostamos por una República Federal y Plurinacional, que nos permita el desarrollo de nuestra clase y de nuestra juventud en una Andalucía libre y soberana.

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