Eddy Sánchez Iglesias

Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) y Profesor de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM

Cuando Marx escribe que lo más importante de la Comuna de París de 1871 no eran los ideales que pretendiera materializar, sino la propia “existencia fáctica”, señala el valor histórico de La Comuna como ensayo. Entiende la Comuna como experiencia “adelantada” de una revolución proletaria – inacabada – que se atrevió a pensar y a llevar a cabo, una experiencia que iba más allá del capitalismo.

Durante 72 días de la primavera de 1871, una insurrección obrera transformó París en una comuna autónoma y emprendió la libre organización de la vida social según los principios de asociación y cooperación. La Comuna, como experiencia vivida, era sobre todo un conjunto de acciones dirigidas al desmantelamiento de la burocracia estatal, realizadas por hombres y mujeres comunes y corrientes. 

De la guerra franco-prusiana a la proclamación de la República 

El estallido de la guerra franco-prusiana el 19 de julio de 1870, significa el final del Segundo Imperio en Francia. Con la rendición de Luis Bonaparte en Sedán, será proclamada la República –el 4 de septiembre- por los obreros en París y aclamada en toda Francia. La guerra continuaría con un triunfante ejército prusiano, que termina por anexionarse las regiones francesas de Alsacia y Lorena de habla alemana, a la vez que rodean y penetran en París. 

Desde la capitulación y la proclamación de la república, la Guardia Nacional había iniciado su reorganización mediante la creación de una Federación Republicana y un Comité Central, que por unanimidad deciden negarse a entregar las armas y desarmarse. El 1 de marzo 30.000 soldados prusianos entran en París y el gobierno capitulador de Thiers repliega las tropas, siendo la Guardia Nacional la que resguarda la artillería y ametralladoras poniéndolas a salvo de la capitulación. El gobierno burgués decide rendir París y traslada la capital a Versalles¸ dando la orden de confiscar el armamento de la Guardia Nacional, condenando a muerte en rebeldía a destacados revolucionarios como Blanqui.

La insurrección del 18 de marzo

El golpe de fuerza de las tropas de Versalles sobre París tiene lugar la madrugada del 18 de marzo, siendo derrotada a las once de la mañana. El Comité Central, en representación de todo el pueblo armado, se constituye en gobierno provisional revolucionario, con el objetivo inmediato de convocar las elecciones municipales a la Comuna de París. ⁋

En cuanto a la composición política del Comité Central, éste contaba con mayoría de miembros seguidores de Blanqui, siendo una minoría los adscritos a las tesis de la AIT de Marx, con una composición en términos de clase de 30 miembros obreros y 28 pertenecientes a capas intelectuales. En su proclama a la población firmada por sus integrantes, defienden la toma del poder en nombre del proletariado parisino: 

Los propietarios de la capital, en medio de los desfallecimientos y de las traiciones de las clases dominantes, han comprendido que ha llegado para ellos la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos público.

El domingo 26 de marzo se realizan las elecciones a la Comuna de París en la que participaron 227.000 ciudadanos para elegir a un concejal por cada 20.000 habitantes, siendo proclamada la Comuna el 28 de marzo en un ambiente festivo. 

Proclamación y medidas de La Comuna

Fueron elegidos ochenta concejales, sesenta y seis revolucionarios, la mayoría blanquistas, la mayoría obreros jóvenes con una media de edad de veinticinco años. Al día siguiente se organiza el gobierno de la Comuna mediante la formación de nueve comisiones de trabajo, compuesta cada una por cinco miembros. Estas comisiones fueron: la de finanzas, guerra, justicia, seguridad nacional, subsistencia, trabajo, relaciones exteriores, servicios públicos y enseñanza. Además, se eligió una comisión ejecutiva, formada por los delegados elegidos en cada comisión.

Las medidas revolucionarias comenzaron a tomarse el 30 de marzo con la abolición del ejército permanente en favor de la Guardia Nacional, condonó los pagos de los alquileres de las viviendas, aprobó la igualación salarial, la separación de la Iglesia-Estado, decretó la ocupación de fábricas y talleres organizándolas en torno a cooperativas, medidas de salud laboral, generalización de la enseñanza y la cultura y medidas de igualdad entre hombres y mujeres, así como entre nacionales franceses y extranjeros. Se elige como símbolo la bandera roja afirmando que “la bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial”.

La represión y derrota de La Comuna 

La burguesía impotente, acude al gobierno prusiano para aplastar la revolución. El Gobierno de Thiers pacta con el invasor prusiano la devolución de los soldados prisioneros en Sedan y en especial de la oficialidad bonapartista, garantizando la superioridad militar del Gobierno de Versalles. Después de ocho días de lucha, el domingo 28 de mayo al mediodía la Comuna es derrotada. Tras la misma comenzó la represión, con el asesinato de más de cien mil víctimas entre los seguidores comuneros, así como 130.000 deportados.

Las enseñanzas de La Comuna de París en el análisis marxista

El análisis de la Comuna lo realiza Marx desde el Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), la Primera Internacional, que había contribuido a fundar en 1864. Así, los dos documentos en los que Marx analiza la coyuntura bélica de la guerra franco-prusiana (1870), junto al análisis de la insurrección comunal de París, integran su obra La Guerra Civil en Francia (1871). Fue en el párrafo final de Engels en el prólogo a dicha obra de 1891 cuando señala: «Últimamente, las palabras ‘dictadura del proletariado’ han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: he ahí la dictadura del proletariado».

La Comuna de París de 1871 supuso el advenimiento de una forma de Estado distinta, poniendo las bases para una concepción constitucional distinta. Hasta marzo de 1871, el concepto del Estado y del Derecho de Europa y América había seguido en su desarrollo una única línea paralela del Estado liberal. 

La Comuna de París fue una experiencia revolucionaria breve, pero esta experiencia fue lo suficientemente instructiva como para constituir un hito esencial en la formación de una teoría marxista del Estado. En el Manifiesto Comunista(1847), Marx y Engels habían formulado: primero, el fundamento objetivo de la revolución social proletaria descansa en un axioma: la contradicción creciente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalista; segundo, esa contradicción se materializa en la forma de lucha de clases; tercero, el comunismo es expresión “del conjunto de las condiciones reales de la lucha de clases existente”, rompiendo así con el utopismo de las tradiciones socialistas anteriores, siendo precisamente éste el impacto que la Comuna tiene, al ofrecer “la fórmula práctica” de llevar a cabo la destrucción “de la maquinaria burocrático-militar del Estado”, es decir, la forma concreta que adopta el poder político de la clase obrera: la dictadura del proletariado

La Comuna de París y la concepción del Estado de Marx y Engels

Los acontecimientos histórico-políticos de la Comuna de París llevan a Marx a proponer en La Guerra Civil en Francia (1871) que “la clase obrera no puede limitarse […] a tomar posesión de la máquina del Estado […] y servirse de ella para sus propios fines”, tal y como habían venido haciendo todas las revoluciones hasta la fecha, aumentando “el carácter puramente represivo del poder del Estado”[1]. De esta forma, de la experiencia de la Comuna de París, que puso fin a las bases del poder del Estado al deshacerse del ejército y de la política, sustituyéndolo por el pueblo armado, y también al introducir una profundización del principio democrático que exigía la elección mediante sufragio universal de todos los cargos públicos y su revocabilidad, Marx vio confirmada su teoría de la necesidad de destruir la maquina estatal burguesa que las revoluciones previas habían engrandecido para sustituirla por la organización del poder político de la clase obrera a través de su dictadura.

La experiencia histórica de la Comuna de París fue el acontecimiento histórico-político que llevó a la práctica la dictadura del proletariado, junto con la destrucción del poder del Estado burgués y la creación de un nuevo poder basado en el control del poder político a través de la organización obrera. El hecho histórico de la Comuna de París supone una corrección del concepto de Estado respecto al Manifiesto, ya que se pasa de concebir la necesidad de un Estado proletario, que implemente medidas políticas y económicas que permitan la centralización de los medios de producción bajo el Estado, a plantear la necesidad de destruir el Estado burgués y conformar un nuevo Estado  

Esta autocorrección producida por los acontecimientos histórico-políticos de 1871, revelan la receptividad que tiene la teoría marxista; muestran la relación dialéctica entre teoría y praxis y será la piedra de toque de la que partirá Lenin en su teorización, siendo el punto fuerte que le liga a Marx y Engels en cuanto a la teoría del Estado. 

Lenin y la Comuna: de la dictadura del proletariado a la extinción del Estado

A partir de estas reflexiones sobre el Estado, es Lenin quien complementa y sistematiza en profundidad la teoría marxista del Estado en su obra El Estado y la revolución de 1917.

Para él, al igual que para Marx y Engels, el mejor ejemplo histórico que ilustra la teoría de la dictadura del proletariado y de la extinción del Estado tras derruir el edificio estatal burgués es la experiencia de la Comuna de París. El pensamiento leninista, que completa y cierra los huecos de las teorizaciones de Marx y Engels sobre el Estado y sobre la dictadura del proletariado, tiene su principal centro teórico en las reflexiones de Engels sobre el Estado como aparato de clase y opresión. Sin embargo, Lenin recurre a los escritos de Marx sobre la Comuna para rescatar reflexiones sobre la dictadura del proletariado y darle mayor profundidad, complementando la teoría engelsiana del Estado y su extinción. Podría entenderse este paso fruto de la coyuntura política a la que se enfrentaba Lenin entre la Revolución de Febrero y la Revolución Bolchevique, ya que en su pensamiento encontramos no solo los aspectos teóricos y filosóficos del marxismo, sino un acercamiento a la realidad política del momento y la aspiración a conquistar el poder político mediante la revolución obrera que le permitió sistematizar estos elementos en mayor medida para combinar la teoría y la praxis revolucionaria, características del pensamiento marxista. Es decir, se puede entender la aportación del pensamiento leninista como el engranaje definitivo que permitió complementar y llevar a la práctica la teoría revolucionaría marxista en lo concerniente a la teoría sobre el Estado.

La Comuna de París y la forma política del proletariado

Este concepto –el de dictadura del proletariado– hay que entenderlo en relación con la anterior experiencia de la dictadura jacobina, pero sobre todo partiendo de la tesis de Marx de que todo régimen político (independientemente de su forma) es una dictadura de clase. Así lo subrayaba Engels en 1891, en su Introducción a La guerra civil en Francia: “En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra”.

Para Marx, la Comuna había sido un “auténtico gobierno nacional”, “verdadera representación de todos los elementos sanos de la sociedad francesa”; y a la vez, un “gobierno obrero” y “campeón intrépido de la emancipación del trabajo”, un “gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación del trabajo”. Entre sus rasgos más característicos estaban, según Marx, la composición mayoritariamente obrera de los consejeros municipales, elegidos por sufragio universal, con bajos salarios y revocables en todo momento; la separación de la Iglesia y el Estado y “la expropiación de todas las iglesias como corporaciones poseedoras”; la supresión del ejercito permanente y la policía; la idea de elegir delegados en asambleas distrito, también revocables y con mandato imperativo, para una futura Asamblea Nacional de delegados.

Todos estos cambios muestran la necesidad de un cambio en la maquinaria del Estado con la llegada al poder de la clase obrera, rasgo por tanto ineludible de la dictadura del proletariado, según apuntaba Engels en su ya citada introducción a este texto en 1891:

La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento que la clase obrera, al llegar al poder, no puede seguir gobernando con la vieja máquina del Estado; que, para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tiene, de una parte, que barrer toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y, de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos, sin excepción, revocables en cualquier momento.

La Comuna de París fue una revolución proletaria, que rompe con la tradición de las revoluciones burguesas habidas en Francia hasta entonces, dado que no fue una revolución política parcial, sino una revolución social total, mostrando en la práctica lo que Marx había planteado: la emancipación proletaria significa la emancipación de la humanidad.

Tras los intensos debates que tuvieron lugar en las décadas de 1960’ y 1970’ en el seno de las corrientes marxistas occidentales, a partir de los años ochenta del siglo XX las cuestiones relacionadas con la teoría del Estado perdieron relevancia e importancia en las teorizaciones de los filósofos marxistas. En la actualidad, es difícil encontrar planteamientos que hayan continuado sobre estas líneas o hayan abierto nuevos caminos. Por ello, puede resultar complicado rastrear como han llegado hasta nuestros días los elementos que he venido analizando para entender su evolución en relación con la realidad social y al contexto histórico-político de cada momento de teorización. Sin embargo, a partir del planteamiento de algunos pensadores adscritos a las corrientes marxistas que comenzaron su actividad intelectual al calor de aquellos debates y que en la actualidad siguen en activo, es posible establecer cuál ha sido la línea de continuidad y como se pueden presentar hoy estos elementos teóricos, así como ante que nueva realidad y contexto histórico-político se pueden enfrentar.

El Estado es, para el marxismo, una realidad histórica que corresponde a una sociedad dividida en clases antagónicas. En una sociedad capitalista, el Estado es para los marxistas, el instrumento político con el que las clases dominantes en cada momento histórico defienden su propiedad y sus intereses. No tiene el Estado, por tanto, un origen ajeno a la sociedad. Al contrario, es un resultado necesario de antagonismos sociales irreconciliables. 

Para que esos antagonismos no acaben por disolver la sociedad misma es necesario, en efecto, un poder que, situándose por encima de ella, amortigüe el conflicto y estabilice las relaciones de dominación. Y así, concluirá Engels, aunque el poder político tenga su origen en la sociedad, acabará por colocarse encima de ella y por separarse cada vez más de ella.

Si el Estado tiene su origen histórico en la lucha de clases, para que la cadena causal se complete, la teoría marxista concluye afirmando que la desaparición de las clases sociales abrirá un nuevo periodo de la historia, en el cual el Estado no será necesario, no tendrá razón de existir y, por consiguiente, desaparecerá. Y como las clases sociales, tienen el fundamento de su existencia histórica en la propiedad privada de los medios de producción, la desaparición del Estado se conectará con la desaparición de esa apropiación privada de la riqueza social.


[1] MARX, K., ENGELS, F., y LENIN, V., (2010). La Comuna de París. Madrid: Akal, pp. 31-21.

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