Continuamos el reportaje sobre la acumulación de capitales de los propietarios de las grandes empresas transnacionales publicado en agitación.org. Ver primera parte aquí

«A la par con la disminución constante del número de magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de transformación, aumenta la masa de la miseria, de la opresión, de la esclavitud, de la degradación y de la explotación; pero aumenta también la indignación de la clase obrera, que constantemente crece en número, se instruye, unifica y organiza por el propio mecanismo del proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido junto con él y bajo su amparo. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a tal punto que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta se rompe. Le llega la hora a la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados» (Marx, El Capital, Cap. XXIV).

¿En qué afecta a las clases populares la cada vez mayor concentración de capital? 

Fuente del gráfico: Público.es

Desde 1980, el 1% más rico (75 millones de individuos) ha acumulado el doble (y sigue acumulando) que el 50% más pobre (3.700 millones de personas) en todo mundo. En 2017, en el Estado español, la división es también demoledora: el 10% de los más ricos posee el 57% de la riqueza nacional. Esta diferencia, después de la pandemia es, sin duda, mayor.

Mientras el paro volvía a crecer de forma directa y e indirecta (ver gráfico a continuación), se iban conformando las agónicas colas del hambre, y casi 90.000 empresas se arruinaban (el 99,82% pymes, cómo no)20 de los 23 mayores burgueses españoles aumentaron su fortuna un 16% (14.000 millones de euros) entre marzo y mayo. Así, en este Estado, la desigualdad vuelve a los niveles de 2012, con una pérdida de ingresos por las clases populares del 14,8%, siendo las más afectadas la juventud (el 70% de los despidos fue el de los contratados temporalmente), las inmigrantes (con un 145% más de probabilidades de perder el empleo) y las mujeres (el 53% de la población por debajo del umbral de pobreza serán ellas).

Fuente: Cinco Días

¿Podemos confirmar ya la cita de Marx acuñada arriba? Bueno, algunos «expertos» simplementese echan las manos a la cabeza: «Todo esto es muestra de que el capitalismo no está funcionando como debería». Muy por el contrario, está funcionando según sus leyes y tendencias internas. 

El modo de producción capitalista posee unas leyes generales de movimiento sometidas a la lógica de valorización, por lo que, en última instancia, el colapso de la generación de valor (derivado de la destrucción de las fuerzas productivas, especialmente, con la expulsión cada vez mayor de trabajadoras del mercado), y por extensión, de la apropiación de beneficio por parte del capital, genera, no solo una acumulación cada vez más abrumadora, sino que también genera las crisis económicas.

Esa inestabilidad cada vez mayor de la fuerza de trabajo, que se da de forma ininterrumpida desde la crisis de 1973 y que no tiene vuelta atrás no solo en España, sino en todo el mundo capitalista (ver gráficos a continuación), tiene como contracara, muy resumidamente: 1) el aumento de la extracción de plusvalía de las trabajadoras, reflejada en la desregularización del mercado laboral y la pérdida de derechos laborales en todo el globo -en nuestro caso, remetidas a punta de pistola por la UE-, el uso de horas extra encubiertas y no pagadas a través de la creciente presencia de las nuevas tecnologías en nuestra vida y la reducción del salario directo (monetario) e indirecto (coberturas públicas); 2) la integración de forma precarizada en el mercado laboral de sectores socialmente más vulnerables (mujeres e inmigrantes) y, por tanto, más explotables; y 3) la evidente pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora y la proletarización de sectores antes más acaudalados (pequeña burguesía y dirigentes profesionales)[1].

Es precisamente por eso, que los grandes multimillonarios de los que hablábamos más arriba, filántropicos, bondadosos y beatos, claman siempre en tiempos como este que deben pagar más impuestos -ellos como personas físicas, y no sus compañías, por supuesto-, en lugar de conceder más derechos laborales y mejores salarios a su ejército de trabajadoras, la mayoría bajo condiciones totalmente indignas[2] [3] [4], sin contar con los daños económicos y sociales que originan por su impacto ecológico criminal. En contraparte, les sale muchísimo más barato y menos arriesgado dar migajas a los Estados imperialistas, que es donde más se consume y donde se realiza la mayor parte del valor de las mercancías producidas globalmente, para que estos se encarguen de abaratar ligeramente las indignas condiciones de vida de parte de su población -donde no entra desde luego la de países imperializados, que por el contrario no es potencial consumidora.

Hoy, nos encontramos una vez más en la enésima crisis del capitalismo. Las clases populares en todo el mundo se ven cada vez más abocadas a la miseria y la juventud tiene un futuro especialmente borroso. La coyuntura material puede ser comparable a la de 1905, pero el nivel de organización y lucha obrera no. Nuestros ancestros tenían claro que el capitalismo era la sal de la tierra; hoy, se ve cada vez más claro. La lucha debe tener un solo camino: marchar, toda la clase trabajadora internacional, unida y firmemente, hacia un sistema que no dependa de la acumulación sin límites y no se reproduzca sobre las cenizas de lo que destruye, caminar hacia el Socialismo.

Álex G.


[1] Es precisamente por eso que las crisis son, salvo casos muy excepcionales, de superproducción, pues el mercado, contradictoriamente, acaba por producir (y necesita producir) más de lo que una demanda cada vez más pauperizada puede absorber.

[2] https://www.eldiario.es/internacional/pandemia-enriquece-todavia-ricos-llegado-hora-paguen-impuestos_129_6160643.html

[3] https://ecocosas.com/noticias/5-empresas-que-producen-usando-esclavos-en-el-siglo-xxi/

[4] https://www.elmundo.es/cronica/2001/317/1005552045.html

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