La clase trabajadora y sus enemigos

También podemos tomar en consideración la imagen de la clase obrera que se proyecta en las series, tengan estas un trasfondo social o de comedia. En un artículo anterior ya analizábamos que series como Modern Family, Friends o Cómo conocí a vuestra madre destierran a la clase obrera del imaginario en favor de la clase media. En comedias como Shameless, la clase obrera se mimetiza con una clase distinta: el lumpenproletariado, relacionándola con la delincuencia y el parasitismo. 

No obstante, hay  otro grupo de series en las que la clase trabajadora sí hace presencia, aunque se la neutraliza de otra manera. En estas ocasiones, los elementos conscientes de la clase trabajadora (comunistas, sindicalistas, agitadoras…) son mostrados bajo carices negativos de diverso tipo: locas, perdedoras, fracasadas, u oportunistas. Frente a ellas, las protagonistas destacan por su atractivo espíritu individualista. Es el aventurero que camina al margen de la ley, consciente a veces de la miseria de su clase y filántropo con ella, pero preocupado principalmente en sus propios asuntos.

Esta es la familia Shelby de Peaky Blinders, que tiene relaciones personales con el movimiento obrero organizado, pero al cual siempre trata con condescendencia. En el primer capítulo de la serie, Freddie Thorne, agitador comunista y amigo de la familia, pregunta a Thomas Shelby qué clase de lista compartirían un comunista y un gángster de las apuestas deportivas. Shelby responde, en una frase cargada de teatralidad: “Tal vez una lista de hombres que dan falsas esperanzas a los pobres. La única diferencia entre tú y yo, es que mis caballos a veces pueden ganar”. 

Algo similar ocurre en la serie de ciencia ficción The Expanse, en la que la Tierra y Marte, dos superpotencias, mantienen una especie de guerra fría en un sistema solar colonizado. En medio, como principal perjudicada, está una enorme comunidad minera que habita los asteroides y que ejerce de clase obrera o especie de “tercer mundo”, abocada a la miseria y la explotación. Frente a la bondad del grupo de protagonistas aventureras, las mineras organizadas forman una organización de estilo guerrillero o terrorista, cuyas militantes se muestran como fanáticas. La dirige una especie de líder sindical que, pese a sus proclamas incendiarias, hace de escalar en el juego político su razón de ser, con el fin de aumentar su influencia y poder sobre su propia comunidad.

El neoliberalismo en la ciencia ficción

La ciencia ficción siempre ha sido terreno fértil para la reflexión política, desde los tiempos de Isaac Asimov. Hoy es muy común el subgénero de la distopía, que, al mostrar un futuro oscuro o devastado, puede servir para intrincados planteamientos políticos. Una serie de producciones muy aclamadas, como Black Mirror, Westworld o Altered Carbon, hacen de la tecnología avanzada la razón de aquella distopía. En estos casos, se enfatiza siempre el componente individual, el mal uso realizado por los humanos de estas facultades que brinda el progreso, y cómo ello da lugar al crimen, la crueldad, la violencia, etc. En ningún caso hay una reflexión de fondo sobre el sistema que sustenta y permite estas formas de actuar. Es la perversión intrínseca del individuo lo que convierte el mundo en un infierno.

Esa percepción antropológica negativa del ser humano, propia del neoliberalismo, es el motor de las tramas políticas en The Walking Dead. El mundo está devastado por los zombies, que fungen como una especie de desastre natural, pero las que verdaderamente lo convierten en un infierno son las vivas que, movidas por el impulso de la supervivencia, pero también por el sadismo, se dedican a matarse entre sí. El mensaje es claro: si cae la sociedad en que vivimos, la alternativa es el caos y la destrucción, puesto que la humanidad no está preparada para organizarse de otra manera. Hay un lobo dentro de cada individuo, esperando a que el sistema se desmorone para dar rienda suelta a su sed de sangre.

La guerra cultural continúa

Los ejemplos podrían ser innumerables en estas y otras series. La guerra cultural e intelectual, en la que se dirime la hegemonía entre las clases sociales, también toma lugar en el terreno de las series. La batalla también se disputa en Netflix y HBO. Contenidos que se ofertan bajo una faceta crítica, o incluso antisistema, esconden detrás un mensaje que cala de manera inconsciente entre la juventud trabajadora. Darnos cuenta de ello mientras las disfrutamos puede ser el primer paso para acabar con el virus. 

Por supuesto, existen otras grandes series con potencialidad para ser utilizadas como herramienta de crítica social, como podrían ser The Wire, Treme u otras. El aporte más revolucionario de Antonio Gramsci, en realidad, es que la hegemonía nunca es plena: admite rupturas, grietas y conflictos. Se trata de ser capaces de aprovechar estas manifestaciones culturales a nuestro favor, resignificarlas cuando sea posible y,  a su vez, hacernos conscientes de que estas grandes factorías culturales cumplen su papel: crean hegemonía neoliberal y desmovilización a través de nuestras series favoritas. 

Todo es política, y la batalla por la hegemonía no se detiene.